Autor: Gabriel M. Mazzinghi. Año 2012.

                             

 

Llegando al año 2000, la droga cons­tituye uno de los gran­des problemas de nuestro mundo.

En rigor, más que un problema, es un auténtico drama, que existe a lo largo y a lo ancho del mundo, con caracte­rísticas parecidas.

La droga avanza de manera alarmante, no reconoce fronteras ni culturas: Un ejérci­to de droga­dictos de todas las edades y condiciones se arrastra -literalmente- sobre la faz de la tierra.

Este drama puede enfocarse desde muy diversas perspectivas: antropológica, moral, médico-psi­quiá­trica, socio­lógica, jurídica, etc.

Se habla y se escribe mucho sobre el tema, pero mientras tanto, el flagelo de la droga se sigue extendiendo de manera acelerada.

Quisiera volcar algunas reflexiones acerca de la cuestión de la legalización de la droga, que algunos postulan como una solución supuestamente moderna, adulta, respetuosa de la libertad de las personas, inclu­so «demo­crática».

De ninguna manera comparto tal idea. Por el contrario, pienso que la legalización de la droga no haría sino agravar el drama de la drogadicción.

Pero antes de entrar a considerar el tema de la legalización, conviene precisar algunas cosas:

  1. El drogadicto es un enfermo grave

Aunque pueda parecer una verdad de Perogrullo, creo que no está demás formular esta afirma­ción.

El drogadicto es un enfermo de muy difícil recuperación, y su enfermedad es grave; tan grave, que terminará por aniqui­lar su persona­lidad, y, quizás, su vida misma.

  1. En torno al drogadicto, se genera un verdadero drama familiar

No basta con ver la desintegración que la droga genera en la persona misma del droga­dicto, sino que es necesario destacar las consecuen­cias de orden familiar que esta enfermedad acarrea.

Quienes trabajamos a diario en con­tacto con los problemas de la familia, vemos con claridad cómo, por causa de la droga, se destruyen familias, con toda la secuela que ello arrastra: violencia familiar, niñez abandonada, etc.

  1. La drogadicción es también un grave pro­blema social

Lamentablemente el efecto nocivo de la droga no se limita a la familia del enfermo, sino que se vuelca sobre la sociedad en su conjunto, generando una violencia irracional, y siendo la causa principal de muchos crímenes.

Por ello a la sociedad le interesa luchar de manera eficaz para erradicar este flagelo.

Resulta así que la droga es una realidad negativa, considerada en función de la persona misma, de su familia, y de la sociedad.

¿ DEBE LEGALIZARSE LA DROGA ?

A la luz de lo dicho, ¿debe el Estado autorizar su libre comercialización y su consumo?

¿ Es razonable que la droga pueda venderse libremente, como si se tratara de cualquier otro producto ?

¿ Debe el Estado, -como proponen algu­nos-, suminis­trar la droga a los drogadictos ?

Confieso que me cuesta encontrar un mínimo de sensatez en estas pro­puestas.

Encuentro razones muy decisivas para afirmar que el Estado debe seguir combatiendo la produc­ción, el tráfico y el consumo de drogas que, como un auténtico veneno, van causando el daño personal y social al que me he referido.

En primer lugar, pienso que el papel docente que le cabe a la ley, es muy importante. Es saludable que la ley diga que es bueno lo que está bien, y que es malo lo que está mal.

El hecho de que una con­ducta mala se generalice, no la convierte en buena. El Estado no podría dejar de combatir el cáncer de la droga, legalizándola.

El efecto de ello sería claramente perjudicial para la sociedad.

Como dice Barry Mc. Caffrey Director de Política de Control de Drogas de los EEUU «Cuanto más disponible o legitimado esté un producto, mayor será su uso.» («Cla­rín», 19 de Agosto de 1998, «La legalización de las drogas sería un error», pg. 18)

Hay quienes pretenden ver, en la legalización de la droga, una afirmación de la libertad personal (se supone que de la libertad personal de los drogadictos a drogarse)

Pero solo con una visión muy distor­sionada de la idea de la libertad, puede afirmarse tal cosa.

Porque nadie es menos libre, que un drogadicto. La droga anula toda idea de libertad, aniqui­la a la persona misma.

El drogadependiente es, precisamente, eso: un dependiente; y la dependencia está en las antípo­das de la verdadera libertad.

Es la libertad (mal entendida) de volverse esclavo; esclavo de algo que va a terminar por destruir a la persona, a la familia y a la sociedad.

Finalmente, debe tenerse presente que la experiencia de la legalización de la droga, ya se ha hecho en otros países, con pésimo resultado: Explica Mc Caffrey, en el artículo antes citado, que en Holanda, en 1984 se autorizó la venta de marihuana en los bares.

Resultado: En ocho años (1984/1992) el consumo de esta droga se duplicó, el porcentaje de jóvenes de 18 años, que habían probado esa droga pasó del 15 % al 34 % en el mismo período. (Estudio realizado por la Universidad de Maryland).

En los Estados Unidos, en cambio, la política de combatir a la droga, sumada a otras políticas en lo educativo y en lo social, ha dado muy buenos resul­tados: En los últimos años el consumo de drogas ha dismi­nuido a la mitad, y específicamente el de cocaína ha caido en un 70 %.

EFICACIA DEL COMBATE A LA DROGA

Claro está que no basta con mantener leyes penales que declaren ilegal la producción, la venta y el consumo de droga.

A las leyes hay que hacerlas funcio­nar de manera eficaz, valiéndose de personas que trabajen con honesti­dad y con idoneidad, con una Justicia eficaz que resuelva los casos con prontitud.

Lamentablemente, en nuestro país, estamos lejos de que esto ocurra. Pero si algo se está haciendo mal, lo que hay que hacer es comenzar a hacerlo bien, y no dejar de hacer­lo.

Además, hay que trabajar mucho en la preven­ción, y en la educación, a todos los niveles. Hay que destinar recursos económicos y humanos para revertir el avance la droga, y forjar ciudadanos auténticamente libres y responsables de sus actos.

Espero que estas líneas, contri­buyan a crear conciencia sobre estos temas, y a alejar a los jóvenes de ese camino sin retorno que es la droga.-